Entré en
contacto con las comunidades indígenas poco antes de cumplir mis 20 años y tomé
emocional e irreflexivamente la determinación de que mi vida se desarrollaría
en medio de ellas.
Nací entre campesinos, no me consideré uno de ellos, pues soy hijo de comerciante de pueblo y no de alguien que viviera de su contacto directo con la tierra, que es lo que mejor caracteriza a los campesinos.
Nací entre campesinos, no me consideré uno de ellos, pues soy hijo de comerciante de pueblo y no de alguien que viviera de su contacto directo con la tierra, que es lo que mejor caracteriza a los campesinos.
Siendo tan joven
me llegó un pensamiento muy maduro:
Sí me quedo entre los indígenas, ¿de qué viviré cuando llegue a la avanzada edad de unos 42 años?
Sí me quedo entre los indígenas, ¿de qué viviré cuando llegue a la avanzada edad de unos 42 años?
Entonces puse un
poco de atención a las artes manuales y utilitarias, en las que indígenas y
campesinos son tan hábiles.
Pensaba que llegando a viejo, podría sentarme a realizar algunas artesanías y con ellas ganarme mi sustento.
Pensaba que llegando a viejo, podría sentarme a realizar algunas artesanías y con ellas ganarme mi sustento.
Hoy tengo
sesentaicinco años. (Un poco más de lo que a mis veinte me pareció una avanzada
edad) Me quedé viviendo entre los indígena sólo once de esos años.
He ganado mi sustento con otros oficios, pero sigo enredado en el afecto que me despiertan las culturas indígenas y campesinas, y entretenido con lo poco que logré aprenderle de sus hermosas y valiosas artes.
He ganado mi sustento con otros oficios, pero sigo enredado en el afecto que me despiertan las culturas indígenas y campesinas, y entretenido con lo poco que logré aprenderle de sus hermosas y valiosas artes.
Aprendí entre
otras cosas a tejer, la GASA o cargadera de las mochilas que tejen las indias
de la Sierra Nevada de Santa Marta. Y las sigo haciendo, no como cargadera de
mochilas, sino dándole a esa hermosa riata, diferentes usos decorativos y
utilitarios.
Haber aprendido
ese arte de trenzar hilos entre mis dedos, me ha reportado algunos beneficios
económicos y grandes beneficios sociales y espirituales buenos para mi salud
mental. Voy a tratar de explicarme.
Querer aprender
a tejer entre los Arhuacos, los Kágaba, los Wiwa o los kankuama de la Sierra no
es extraño, pues cada varón debe fabricarse su propio vestido, tejido en telar
vertical con hilos de lana o de algodón. Pero querer aprender a tejer la gasa o
cargadera de las mochilas, si era un poco raro.
Resulta que la
mochila sólo la tejen las mujeres y es un oficio que desarrollan
permanentemente, cuando no tienen sus manos ocupadas en otros menesteres urgentes
o más importantes como cocinar, bañar los niños o cuidar la huerta.
La tradición
Indígena enseña que al tejer mochila, la mujer está escribiendo su propia
biografía. Allí quedan escritos todos sus pensamientos, ideas, sueños y
pecados.
Los hombres sólo tejen la mochila en momentos de eclipse, cuando de manera ritual se intercambian los roles masculino y femenino.
Los hombres sólo tejen la mochila en momentos de eclipse, cuando de manera ritual se intercambian los roles masculino y femenino.
Pero no era
demasiado extraño ver a un hombre tejer una gasa, es más, eso está permitido y
de hecho ellos lo saben hacer muy bien. La razón, para mí de esta licencia,
estriba en que el tejido de la Gasa es el mismo que utilizan los hombres para
tejer una cincha o correa para sostenes las monturas en los lomos de burros,
mulas, caballos y bueyes. También se utiliza para hacer la correa con la que
sostienen de la cabeza, las cargas que deben llevar en sus espaldas, y que les
permite dejar las manos libres para otros trabajos mientras caminan cabresteando
los animales, o utilizan el poporo.
Los ancianos
Indios reprochan la pereza y el ocio.
Ser Yurkau o perezoso no es bueno.
Tampoco es bueno el juego por sólo diversión.
Todo indígena debe permanecer ocupado en algo de utilidad evidente, y sólo los viejos pueden estar sentados pensando o dando consejo.
Ser Yurka
Tampoco es bueno el juego por sólo diversión.
Todo indígena debe permanecer ocupado en algo de utilidad evidente, y sólo los viejos pueden estar sentados pensando o dando consejo.
Recuerdo a mi
madre que nos decía:
pónganse a hacer algo útil, no es bueno permanecer con una mano encima de la otra.
pónganse a hacer algo útil, no es bueno permanecer con una mano encima de la otra.
De esta
costumbre deduje yo una gran utilidad para mi salud mental.
Cuando por
alguna razón me encuentro sin nada qué hacer, el tejer me libera de la
aburrición, del tedio y de la depresión.
Creo que este
oficio de movimientos repetidos y rítmicos además que me permite contactarme
con mi yo femenino, también es un mecanismo de autocontrol de mis emociones,
que me evita caer en catarsis explosivas y traumáticas.
He llegado a
asimilar el hecho de tejer, con la recitación de mantras u oraciones, que hacen
monjes y feligreses de distintas religiones.
Experimento al tejer ese efecto de la meditación que logra que pongamos la mente en blanco, que acallemos esa estorbosa conversación que mantenemos con nosotros mismos, y siento que descansa mi cuerpo y mi espíritu, y luego de un rato de enredar hilos me encuentro renovado y alegre.
Experimento al tejer ese efecto de la meditación que logra que pongamos la mente en blanco, que acallemos esa estorbosa conversación que mantenemos con nosotros mismos, y siento que descansa mi cuerpo y mi espíritu, y luego de un rato de enredar hilos me encuentro renovado y alegre.
La mente es loca
y desvaría en morbosos recuerdos del pasado y en ilusorios proyectos a futuro.
Es poco el tiempo que dedicamos a estar en el presenta que es el único espacio
donde ocurre nuestra vida.
Hubo unos días
en los que el sueldo que recibía por mi trabajo, no crecía a la par que las
necesidades que se presentaban a mi creciente familia. Fue entonces que recordé
que había aprendido algunas artes indígenas y campesinas, precisamente para
ayudarme en tales ocasiones.
Desarrollé la idea de que las gasas de las mochilas, ejecutadas con diversos colores y adosándoles algunos colgantes o broches, bien podrían servir como cinturones femeninos.
Desarrollé la idea de que las gasas de las mochilas, ejecutadas con diversos colores y adosándoles algunos colgantes o broches, bien podrían servir como cinturones femeninos.
Y me dediqué a
hacerlos y a ofrecerlos en la empresa en que trabajaba. Comencé a recibir
pedidos y cada noche hacía uno o dos cinturones que vendía al día siguiente. Durante un tiempo pude percibir que mis
ingresos aumentaban y mi tranquilidad y descanso eran mayores. En algunos
eventos familiares y sociales no tuve que comprar regalos costosos, pues
sorprendía a los agasajados con bellos cinturones, o diademas que yo mismo
tejía. Le di a las gasas un nuevo uso, haciendo varias de colores concordantes,
diseñé tapices para adornar las paredes de casas y oficinas y en la época de
navidad fabriqué con ellas bellas guirnaldas de las que colgaban campanitas,
bastoncitos y bolitas de colores.
¿Cómo se teje una
gasa?
Para tejer una
gasa no se necesita ningún instrumento diferente a los dedos y tener un buen
pedazo de cuerda a mano.
Se trata de
hacer una trenza donde un hilo va encima de otro y debajo del siguiente y así
sucesivamente.
Podemos poner:
tres hilos, treinta o más. Un número alto de hilos, sólo requiere más destreza
y cuidado.
He habado de
hilos, en plural, pero en realidad es un solo hilo, el cual enrollamos, dándole
varias vueltas. Para hacer esto nos podemos servir de dos postes paralelos a
fin de que todas las vueltas que demos al hilo, nos queden del mismo tamaño.
También nos
podemos servir de un gancho puesto en la pared y de la mano izquierda, para
dejar la derecha libre para ir enrollando el hilo.
Es cómoda la
posición de los indios que no necesitan de postes o de ganchos. Sentados en el
suelo o sobre un banco, preparan la urdimbre, dándole vueltas al hilo entre la
mano derecha y el dedo gordo del pié izquierdo. (Ilustrar)
Luego de
enrollar el hilo en la cantidad de vueltas que decidimos hacer, lo templamos
tratando de emparejar lo mejor posible el largo de todas las vueltas. Finalmente
anudamos las dos puntas.
Este gran hilo
que enrollamos, perfectamente puede estar constituido por tramos de hilos de
diferentes colores, con el fin de dar a la gasa una apariencia más colorida.
En el caso
anterior debemos hacer que los nudos que hagamos queden en el mismo extremo,
esto es que queden juntos en el lugar donde seguidamente empezaremos a trenzar
o tejer.
Una vez
emparejadas las varias vueltas, y reunidos los nudos en el mismo sitio, con una
nuevo hilo anudamos fuertemente allí, de modo que no se corra, ni deje correr
las vueltas hechas y que al mismo tiempo
tenga un ojo, que nos permita sostener ésta urdimbre de un gancho o de nuestro
dedo gordo del pié izquierdo para empezar a trenzar.
Colocamos la
urdimbre compuesta por todas las vueltas de hilo que hicimos, colgada de un
gancho por medio del ojo del hilo que le fabricamos, de tal manera que quede
más o menos a la altura de nuestra barbilla.
Teniendo como
punto de partida el sitio de donde cuelga la urdimbre, vemos un cadejo de hilos
hacia nuestra derecha y otro hacia la izquierda. Es muy importante que durante
todo el proceso siempre haya dos cadejos y que estos no de junten o confundan.
Según seamos
zurdos o diestros comenzaremos a trenzar por el cadejo del lado que nos sea más
cómodo. Voy a suponer que somos diestros.
Olvidando por un
momento el cadejo izquierdo, tomo con ambas manos el cadejo de la derecha. Lo
peino cuidadosamente para que cada hilo caiga lo más verticalmente posible, sin
estar enrollada en otros.
Un tejido está
compuesto de hilos verticales que forman la urdimbre y de los que
periódicamente se cruzan que se llaman la trama. En este momento tengo la
urdimbre, y no hay trama.
El índice de mi
mano derecha me servirá provisionalmente de trama.
Tomo el cadejo
de la derecha de la parte más cercana al nudo y trato de disponer los hilos que
lo forman lo más ordenadamente que pueda de afuera hacia adentro. Primero uno,
luego otro y otro y otro.
El primer hilo
que encuentro hacia afuera, lo hago pasar por debajo de mi índice derecho, el
segundo por encima, el tercero por debajo y así sucesivamente alternando hasta
que termine de separar con mi dedo índice todo este cadejo. Mientras hago este
ejercicio sostengo con mis tres dedos restantes: el de en medio, el anular y el
meñique, los hilos que he ido ordenando arriba o debajo de mi índice.
Al terminar de
separar los hilos con mi dedo índice que me está sirviendo de trama, voy
recorriendo el cadejo hacia abajo para poder visibilizar bien los hilos que
dispuse arriba y los que deje abajo.
Con mi mano
izquierda tomo todos los que quedaron arriba y con la derecha todos los que
quedaron abajo. Teniendo bien empuñadas
estas dos nuevas mitades de la urdimbre, abro mis brazos para lograr separarlas
bien.
Cuando estoy
seguro de no confundirme voy hasta arriba cerca del nudo de donde pende la
urdimbre. Decido cuál es el hilo que está más hacia afuera y sin soltar las dos
mitades de la urdimbre, y ayudándome del índice y el pulgar derecho, separo
éste hilo que elegí. Sin soltarlo lo paso al centro en la mitad entre las dos
partes de la urdimbre y lo cruzo en X, de tal forma que me sirva de trama,
reemplazando a mi dedo índice que antes hizo ese oficio.
Al cruzar en X
ese hilo, puedo volver a la posición inicial la urdimbre. Esto es, unir los dos
cadejos de izquierda y derecha, para formar dos nuevos cadejos con las dos
mitades que tengo en las manos.
Hecho lo
anterior vuelvo a concentrarme en el lado derecho de la urdimbre, peino bien
sus hilos, e inicio nuevamente. El primer hilo debe estar por debajo del hilo
que crucé en X como trama, entonces lo pongo encima de mi dedo índice, el que
le sigue en orden lógico irá por debajo de mi índice, el siguiente por encima y
así hasta que termine de trabajar éste cadejo.
Separo la
urdimbre en dos nuevos cadejo: uno con los hilos que están encima de mi dedo
índice y otro con los que están por debajo.
Vuelvo al tejido
cerca del nudo central y decido cuál de los hilos es el que está más hacia
afuera, lo separo en medio y nuevamente lo cruzo en X.
Cuando llegues a
unas cuatro o cinco veces que hayas repetido este procedimiento, habrás
experimentado lo siguiente:
Que ha avanzado un poco el
tejido y que se ve muy bien.
Que no es
tan fácil como lo digo yo y los hilos se te han enredado varias veces, al punto
de que te gustaría mandar todo al demonio y desistir de aprender a hacer gasas,
y más sabiendo que ya se inventaron las correas de cuero y de plástico y las
venden en todas partes.
Cuando a mí me
ocurre esto, utilizo esta estrategia:
Respiro profunda y lentamente y de esa misma forma exhalo. Practico
varias veces la respiración completa, cuya técnica está descrita en muchos
cursos de yoga que pueden encontrarse en la red.
Para salir de un
enrede hay dos estrategias:
1.
Devolverse destrenzando los
hilos que no cuadran hasta el punto que veas que ya cuadran y desde allí
reiniciamos el tejido.
2.
Utilizar la lógica de un
indígena que frente a un enredo mío, me
aconsejo: no desbarates, eso es trabajo y el trabajo no debe
perderse. Eso está bueno así malo. Queriéndome
decir que eso feo también era útil. Que me preocupara menos por la estética y
más por la funcionalidad.
Cuando no es un enredo, sino un hilo que debiendo estar arriba nos
quedó abajo, podemos seguir sin mayor preocupación, pues en el conjunto no se
notará mucho.
Meditando un poco en esta observación del indio, he reflexionado en
que somos muy exigentes y perfeccionistas,
en especial con los niños y con los subordinados. Olvidamos que la
destreza se puede alcanzar luego de ejecutar varios trabajos y no solamente
repitiendo el mismo trabajo hasta que quede perfecto.
Somos dueños de prejuicios y tendemos a calificar las cosas por su
apariencia: Lo blanco, y bello nos parece bueno, y lo negro, feo o falto de la
estética que acostumbramos, lo juzgamos malo.
Vivía
mis primeros días con indígenas en un poblado de la Sierra Nevada llamado Donachí,
donde se unen los territorios de los Arhuacos con los Kágaba. Estos últimos son
en promedio de más baja estatura que los Arhuacos y era muy común ver que el
tejido de sus vestidos tenía pedazos que a la vista eran mal ejecutados. En un
principio no entendí por qué, si sabían tejer bien, dejaban un pedazo de su
vestido con esa mala apariencia. Llegué a interpretar este hecho como una
muestra de humildad, de desprecio a la vanidad, que ellos harían a propósito.
Sólo hasta que me dijeron:
No desbarates, que eso está bueno así malo, fue que
entendí que quienes vestían así eran personas que no habían perfeccionado aun
el arte de tejer, pero que esperaban hacerlo mucho mejor en la próxima ocasión.
Cuando se teje
no para hacer una cargadera de mochila, debe rematarse los últimos hilos que
quedan, con un ribete que los envuelva a todos de la siguiente manera.
Espero que
alguien de quienes lean este texto, se apliquen a aprender a tejer GASA y que
lo consiga. Que también consiga los beneficios mentales del descanso, la
meditación y la paciencia. Y que pueda utilizar este arte para mejorar sus
relaciones sociales y porque no, que embellezca su casa y la cintura de su
amada y de pronto también obtenga unos ingresos económicos.
León Montoya
Naranjo.
Men muy interesante el post, pero no supe como hacer la gasa, podrias subir un video donde nos explicas todo el proceso, le agradeceria bastante.
ResponderEliminarDe acuerdo. Es muy interesante tu texto y explicaciones, pero haría falta un videíto o más fotos paso a paso.s
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