jueves, 3 de julio de 2014

ARTEOLOGIA

ART
     TEOLOGÍA.

Éste tema  me hace pensar en lo que debió ser la el nacimiento del arte, que sin duda nació al mismo tiempo que el asombro y junto con la idea de Dios, la necesidad de comunicar y trascender.

Qué otra cosa pudo sentir el hombre primitivo y las comunidades aborígenes que aun hoy pueblan la tierra, que no fuera, asombro, reverencia, temor y esperanza frente al despuntar del alba tras la planicie para ellos primigenia, o frente al inicio de las noches cuando el sol se mure tragado por la mar y aparecen fantasmas en el firmamento.

Cómo expresar el temor al rayo, el fuego y a su tronar que volando sobre el eco recorre las cañadas e incendia pastizales, augurando guerras, pestes o el ocaso de los días.

Pero al mismo tiempo deja el tizón, que será hoguera en la noche, defensa ante las fieras, calor en los gélidos inviernos, posibilidad de evolucionar de lo crudo a lo  cocido, medio para pasar de herramientas de piedra, a la edad de los metales en la fragua. Gran paso en nuestra permanente búsqueda de energías que nos permitirá migrar de este planeta cuando ya lo hayamos consumido.

Cómo explicarse el florecer de los vientres y el llenarse los pechos y las ubres de leche, para esa interminable cadena de partos con gritos de dolor y al mismo tiempo grandes sonrisas de alegría.

Quién puede responder a la pregunta por el origen de la vida, expresada en la lluvia que hace que la semilla que cayó a tierra se hinche  a tal manera, que reviente y produzca nuevos brotes.

Es algo o alguien que no habla directamente o en el particular idioma de la tribu, pero fue llamado Dios, y Él desde el principio tuvo que ser el que todo lo creó, pues como se ve, tiene el poder y la fuerza para destruirlo todo o hacer que renazca lo aparentemente muerto.

Y fue creando todo lo que se conoce, desde lo más simple hasta lo más complejo y lo crea de la nada, sólo con la magia de nombrarlo. Dijo: tierra, agua, luz, plantas y animales. Y a medida que los iba diciendo y les daba nombre, en ese mismo momento  se hacían, existían, eran.

Cómo ganarse el favor de una entidad tan poderosa que da la vida, crea tempestades, incendia, ruge y mata con tormentas, olas, inundaciones o vientos que traen pestes de los cielos.

Tal vez rugiendo en coro como Él o como Ellos. O cantando tan suave como canta el viento entre las cañas. O danzando cómo danzan las olas, la briza  o los pajonales.

Si, así nació, o pienso yo que tuvo que nacer la música y la danza. Como un ritual para atrapar la fuerza de Dios que va en las olas, el viento, la tempestad y el huracán. Que son la expresión de la ira de los Dioses. Nació el arte como un ritual para calmarlos y pedir su benevolencia.

Y los más diestros y acertados, aquellos que gozaron con más suerte en el propósito, perfeccionaron el ritual del canto y de la danza y llamaron a su oficio: arte y por consiguiente a ellos los llamamos artistas.

Y lo imaginaron, y para representarlo se vistieron con insignias que dieran testimonio de sus poderes, sus virtudes, de su fuerza, de su justicia y también de su misericordia. Para implorar el favor de las fuerzas telúricas ante la guerra y la salud en los días de mortandad por pestes, o para agradecer a Dios, el haber estado de parte de ellos en la guerra.

Y hubo el Dios luz, y el de la guerra que dispara rayos y ruge como el trueno. Y el del amor que es bello y plácido. Pero en nuestro entorno amerindio primó el dios Madre, la Pacha Mama. No pudieron las culturas Andinas sustraerse a la carnal necesidad del origen de todo como un parto procedente de un vientre femenino.

Y fue su imagen: el mar y la laguna, y los arroyos, el vientre, y los pechos henchidos de leche, la tibieza alrededor de la fogata que se volvió hogar y no ha dejado de serlo.

Y hubo cantos y danzas para todo. Para el amanecer, el anochecer y para celebrar el nacimiento y también la muerte, cuyo ritual en la mortuoria, es un nuevo parto de regreso a Chúndua para vivir eternamente en Alunna, en pensamiento.

La intemperie, el sometimiento por largos años al calor, a la lluvia, al frío del invierno, a los ataques imprevistos de las fieras y de los enemigos; y la observación de las guaridas de los animales y las cavernas naturales de donde brotan ríos, hizo que naciera incipiente el arte de la arquitectura, de las fortificaciones.

Intemperie y cobijo, propiciaron que se dividiera el espacio. Y nació el espacio sagrado y el profano. Los artistas, que eran como magos que hablaban con los Dioses cantándoles y danzando, necesitaron nuevos arte e instrumentos. Tambores, flautas de mil formas y coros de variadas coreografías engrosaron el acervo y daban seguridad y esperanza a la feligresía.

Las danzas todas tuvieron dos coreografías básicas. La primera en círculos de izquierda a derecha o en sentido contrario según el propósito de los rituales. Eran ceremonias de conmemoración de hechos importantes al grupo, internos, congregantes. Y la segunda: avanzando en grupo y retrocediendo, eran rememoración o preparación para la guerra, para la lucha tanto con enemigos reales como con enemigos espirituales, en alunna.

Esas obras de arte, que eran el idioma para hablar con Dios, fueron llenándose de significado, de simbologías, muchas veces ocultas para los profanos, y materia de aprendizaje para los iniciados como magos, como artistas. Se volvió el arte, un conjunto de palabras mágicas, formulas, signos, representaciones y mitos para hablar de Dios y hacer que fuera comprensible para los profanos.

El espacio creado por el hombre para huir del peligro y la intemperie, y especialmente el creado para entrar hablar con Dios a través de: los oráculos, los chamanes, los mamos, los curacas, se llenó también de simbolismo y se adornó con sus representaciones de la divinidad y sus poderes. Y fue útero, huevo primigenio, universo en pequeño donde todo lo terrenal y lo eterno está representado.

En la Sierra Nevada lo llamaron Kankurua. Tiene las cuatro direcciones: norte, sur, este y oeste. Tiene una arriba y un abajo, y estadios intermedios que miden la evolución positiva o negativa en nuestro eterno anhelar de trascender, el tiempo, el espacio y el conocimiento.

Tiene ubicadas sus dos puertas orientadas con el naciente y el ocaso, de tal forma que sean reloj de sol y puntos de observación de los solsticios. Es su arquitectura un arte llena de simbología, de mitos y de conocimiento cósmico y teológico.

Esas direcciones y esas dimensiones del vivir están asociadas a los colores mágicos del arco iris, a los que presentan las diversas tierra aptas para la agricultura, para la alfarería, las que son estériles, las que esconden los metales, los cristales, las que propician el surgimiento de las selvas o aquellas donde sólo crecen pastos.

El simbolismo del color y el espacio dio a los artistas una nueva posibilidad de expresarse ante los dioses y de trasmitir los conocimientos que iban elaborando, a los iniciados y a la tribu a la que pertenecían. Encontraron el color en los tintes de las diferentes tierras y en los sumos de raíces, tubérculos, hojas y frutos.

La utilización de fuego que dio origen al nacimiento del arte culinario, también favoreció el surgimiento del arte de la alfarería y hubo vasijas utilitarias y otras llenas de la creciente simbología dedicada a los rituales.

Las formas redondas y esféricas que recuerdan el huevo, la semilla, el vientre, el útero y la bóveda del firmamento, fueron vasijas para ofrendas, urnas funerarias, incensarios que poco a poco fueron adornadas  con seres de la naturaleza que  representaban poderes, fuerzas deseadas, enemigos, maldiciones o recipientes para contener otros objetos sagrados.

El nacimiento del arte se confunde con el nacimiento de la sorpresa de encontrarse el hombre aquí y sin saber bien de dónde vino, por qué, para qué y hacia dónde se dirige. Y hubo necesidad de dar a este hecho una explicación. Y ancestros, héroes y personajes nacidos de la imaginación que daban una explicación a hechos de la naturaleza, dieron origen al mito y con él y sus sucesivas reinterpretaciones. 

Nació la narración oral y una insipiente grafía para conservar la historia sagrada que se confunde con la profana, sobre todo cuando de narrar interminables genealogías se trata, o de contar historias que dan cuenta del heroísmo de que fueron capaces los ancestros para llegar hasta aquí y ahora, después de superar grandes pruebas y grandes enemigos.
El transcurrir de días y de noches, de nacimientos y muertes, de inviernos y veranos; crea  en la mente de los artistas que son magos que hablan con Dios y de Dios, un nuevo concepto que es el tiempo.

Y éste se representa unas veces como ciclos que se repiten como las hondas que deja una piedra que cae en mitad de la laguna.

O como la espiral que forma el caracol y que al mismo tiempo es su casa o la nave en  la cual navega por la vida.

O como el zigzaguear de la serpiente cascabel al ascender, y que en su lomo lleva el dibujo que representa las direcciones cardinales y en su cola un resonante cascabel, al que cada año  le agrega un nuevo anillo, para medir el tiempo transcurrido.

La rana en la ornamentación representará fertilidad que es esencial a Dios y el don que esperamos de Él para la familia y la cosecha.

El Jaguar será símbolo de poder, fuerza y liderazgo. Y se asociará a la guerra.

La redondez radiada de luz será el mismo Dios, luz, vida, poder, supremacía.

El agua es origen y la tierra Madre.

El blanco que es luz, es el color propio del Mamo, sacerdote y artista que habla con Dios y de Dios. Es el encargado de establecer los acuerdos para que el equilibrio permanezca a todos los  niveles del existir aquí y ahora y siempre, en lo terrenal y también en Alunna.

Arriba y abajo. Derecha e izquierda, Positivo y negativo. Masculino y femenino. Bien y mal. Salud y enfermedad. Vida y muerte. Son términos de ese equilibrio, de ese acuerdo que el Mamo debe establecer con la comunidad y con los Dueños, Padres ancestrales con las Madres, con los seres en Alunna.

Aquel que tiene la fuerza y el poder para destruirlo todo. Quien creó todo con su eterno saber, con solo el esfuerzo de nombrarlo, es también dueño y es el origen de todo. Sembrar, tejer, saber hacer vasijas de barro y herramientas, bailar, cantar, tocar el carrizo, son artes que tienen su Dios o Dueño. Dios es el dueño y sólo si le pedimos su permiso podremos ejercer ese oficio. Y nos permitirá ser con Él cocreadores.

Estudiar el arte indígena, sus manifestaciones, sus elementos, su simbología, su aplicación, es entrar en  su teología y comprender sus preocupaciones y las certezas que tienen sobre el por qué, su para qué, su de dónde y su para dónde.

El Arte indígena, en especial el de las culturas de la Sierra Nevada de Santa Marta, es un arte sagrado, expresión de su cosmogonía, de su teología.

León Montoya Naranjo.

Enero 22 de 2014.

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