ART
TEOLOGÍA.
Éste tema me hace
pensar en lo que debió ser la el nacimiento del arte, que sin duda nació al
mismo tiempo que el asombro y junto con la idea de Dios, la necesidad de
comunicar y trascender.
Qué otra cosa pudo sentir
el hombre primitivo y las comunidades aborígenes que aun hoy pueblan la tierra,
que no fuera, asombro, reverencia, temor y esperanza frente al despuntar del
alba tras la planicie para ellos primigenia, o frente al inicio de las noches
cuando el sol se mure tragado por la mar y aparecen fantasmas en el firmamento.
Cómo expresar el temor al
rayo, el fuego y a su tronar que volando sobre el eco recorre las cañadas e
incendia pastizales, augurando guerras, pestes o el ocaso de los días.
Pero al mismo tiempo deja
el tizón, que será hoguera en la noche, defensa ante las fieras, calor en los
gélidos inviernos, posibilidad de evolucionar de lo crudo a lo cocido, medio para pasar de herramientas de
piedra, a la edad de los metales en la fragua. Gran paso en nuestra permanente
búsqueda de energías que nos permitirá migrar de este planeta cuando ya lo
hayamos consumido.
Cómo explicarse el
florecer de los vientres y el llenarse los pechos y las ubres de leche, para
esa interminable cadena de partos con gritos de dolor y al mismo tiempo grandes
sonrisas de alegría.
Quién puede responder a la
pregunta por el origen de la vida, expresada en la lluvia que hace que la
semilla que cayó a tierra se hinche a tal manera, que reviente y produzca
nuevos brotes.
Es algo o alguien que no
habla directamente o en el particular idioma de la tribu, pero fue llamado
Dios, y Él desde el principio tuvo que ser el que todo lo creó, pues como se
ve, tiene el poder y la fuerza para destruirlo todo o hacer que renazca lo
aparentemente muerto.
Y fue creando todo lo que
se conoce, desde lo más simple hasta lo más complejo y lo crea de la nada, sólo
con la magia de nombrarlo. Dijo: tierra, agua, luz, plantas y animales. Y a
medida que los iba diciendo y les daba nombre, en ese mismo momento se hacían,
existían, eran.
Cómo ganarse el favor de
una entidad tan poderosa que da la vida, crea tempestades, incendia, ruge y
mata con tormentas, olas, inundaciones o vientos que traen pestes de los
cielos.
Tal vez rugiendo en coro
como Él o como Ellos. O cantando tan suave como canta el viento entre las
cañas. O danzando cómo danzan las olas, la briza o los pajonales.
Si, así nació, o pienso yo
que tuvo que nacer la música y la danza. Como un ritual para atrapar la fuerza
de Dios que va en las olas, el viento, la tempestad y el huracán. Que son la
expresión de la ira de los Dioses. Nació el arte como un ritual para calmarlos
y pedir su benevolencia.
Y los más diestros y
acertados, aquellos que gozaron con más suerte en el propósito, perfeccionaron
el ritual del canto y de la danza y llamaron a su oficio: arte y por
consiguiente a ellos los llamamos artistas.
Y lo imaginaron, y para representarlo se vistieron con insignias
que dieran testimonio de sus poderes, sus virtudes, de su fuerza, de su
justicia y también de su misericordia. Para implorar el favor de las fuerzas
telúricas ante la guerra y la salud en los días de mortandad por pestes, o para
agradecer a Dios, el haber estado de parte de ellos en la guerra.
Y hubo el Dios luz, y el
de la guerra que dispara rayos y ruge como el trueno. Y el del amor que es
bello y plácido. Pero en nuestro entorno amerindio primó el dios Madre, la
Pacha Mama. No pudieron las culturas Andinas sustraerse a la carnal necesidad
del origen de todo como un parto procedente de un vientre femenino.
Y fue su imagen: el mar y
la laguna, y los arroyos, el vientre, y los pechos henchidos de leche, la
tibieza alrededor de la fogata que se volvió hogar y no ha dejado de serlo.
Y hubo cantos y danzas
para todo. Para el amanecer, el anochecer y para celebrar el nacimiento y
también la muerte, cuyo ritual en la mortuoria, es un nuevo parto de regreso a
Chúndua para vivir eternamente en Alunna, en pensamiento.
La intemperie, el
sometimiento por largos años al calor, a la lluvia, al frío del invierno, a los
ataques imprevistos de las fieras y de los enemigos; y la observación de las
guaridas de los animales y las cavernas naturales de donde brotan ríos, hizo
que naciera incipiente el arte de la arquitectura, de las fortificaciones.
Intemperie y cobijo,
propiciaron que se dividiera el espacio. Y nació el espacio sagrado y el
profano. Los artistas, que eran como magos que hablaban con los Dioses
cantándoles y danzando, necesitaron nuevos arte e instrumentos. Tambores,
flautas de mil formas y coros de variadas coreografías engrosaron el acervo y
daban seguridad y esperanza a la feligresía.
Las danzas todas tuvieron
dos coreografías básicas. La primera en círculos de izquierda a derecha o en
sentido contrario según el propósito de los rituales. Eran ceremonias de
conmemoración de hechos importantes al grupo, internos, congregantes. Y la
segunda: avanzando en grupo y retrocediendo, eran rememoración o preparación
para la guerra, para la lucha tanto con enemigos reales como con enemigos
espirituales, en alunna.
Esas obras de arte, que
eran el idioma para hablar con Dios, fueron llenándose de
significado, de simbologías, muchas veces ocultas para los profanos, y materia
de aprendizaje para los iniciados como magos, como artistas. Se volvió el arte,
un conjunto de palabras mágicas, formulas, signos, representaciones y mitos
para hablar de Dios y hacer que fuera comprensible
para los profanos.
El espacio creado por el
hombre para huir del peligro y la intemperie, y especialmente el creado para
entrar hablar con Dios a través de: los oráculos, los chamanes, los mamos, los
curacas, se llenó también de simbolismo y se adornó con sus representaciones de
la divinidad y sus poderes. Y fue útero, huevo primigenio, universo en pequeño
donde todo lo terrenal y lo eterno está representado.
En la Sierra Nevada lo
llamaron Kankurua. Tiene las cuatro direcciones: norte, sur, este y oeste.
Tiene una arriba y un abajo, y estadios intermedios que miden la evolución
positiva o negativa en nuestro eterno anhelar de trascender, el tiempo, el
espacio y el conocimiento.
Tiene ubicadas sus dos
puertas orientadas con el naciente y el ocaso, de tal forma que sean reloj de
sol y puntos de observación de los solsticios. Es su arquitectura un arte llena
de simbología, de mitos y de conocimiento cósmico y teológico.
Esas direcciones y esas
dimensiones del vivir están asociadas a los colores mágicos del arco iris, a
los que presentan las diversas tierra aptas para la agricultura, para la
alfarería, las que son estériles, las que esconden los metales, los cristales,
las que propician el surgimiento de las selvas o aquellas donde
sólo crecen pastos.
El simbolismo del color y
el espacio dio a los artistas una nueva posibilidad de expresarse ante los
dioses y de trasmitir los conocimientos que iban elaborando, a los iniciados y a
la tribu a la que pertenecían. Encontraron el color en los tintes de las
diferentes tierras y en los sumos de raíces, tubérculos, hojas y frutos.
La utilización de fuego
que dio origen al nacimiento del arte culinario, también favoreció el
surgimiento del arte de la alfarería y hubo vasijas utilitarias y otras llenas
de la creciente simbología dedicada a los rituales.
Las formas redondas y
esféricas que recuerdan el huevo, la semilla, el vientre, el útero y la bóveda
del firmamento, fueron vasijas para ofrendas, urnas funerarias, incensarios que
poco a poco fueron adornadas con seres de la naturaleza que
representaban poderes, fuerzas deseadas, enemigos, maldiciones o recipientes
para contener otros objetos sagrados.
El nacimiento del arte se
confunde con el nacimiento de la sorpresa de encontrarse el hombre aquí y sin
saber bien de dónde vino, por qué, para qué y hacia dónde se dirige. Y hubo
necesidad de dar a este hecho una explicación. Y ancestros, héroes y personajes
nacidos de la imaginación que daban una explicación a hechos de la naturaleza,
dieron origen al mito y con él y sus sucesivas reinterpretaciones.
Nació la narración oral y
una insipiente grafía para conservar la historia sagrada que se confunde con la
profana, sobre todo cuando de narrar interminables genealogías se trata, o de
contar historias que dan cuenta del heroísmo de que fueron capaces los
ancestros para llegar hasta aquí y ahora, después de superar grandes pruebas y
grandes enemigos.
El transcurrir de días y
de noches, de nacimientos y muertes, de inviernos y veranos; crea en la
mente de los artistas que son magos que hablan con Dios y de Dios, un nuevo
concepto que es el tiempo.
Y éste se representa unas
veces como ciclos que se repiten como las hondas que deja una piedra que cae en
mitad de la laguna.
O como la espiral que
forma el caracol y que al mismo tiempo es su casa o la nave en la cual
navega por la vida.
O como el zigzaguear de la
serpiente cascabel al ascender, y que en su lomo lleva el dibujo que representa
las direcciones cardinales y en su cola un resonante cascabel, al que cada
año le agrega un nuevo anillo, para medir el tiempo transcurrido.
La rana en la
ornamentación representará fertilidad que es esencial a Dios y el don que
esperamos de Él para la familia y la cosecha.
El Jaguar será símbolo de
poder, fuerza y liderazgo. Y se asociará a la guerra.
La redondez radiada de luz
será el mismo Dios, luz, vida, poder, supremacía.
El agua es origen y la
tierra Madre.
El blanco que es luz, es
el color propio del Mamo, sacerdote y artista que habla con Dios y de
Dios. Es el encargado de establecer los acuerdos para que el equilibrio
permanezca a todos los niveles del existir aquí y ahora y siempre, en lo
terrenal y también en Alunna.
Arriba y abajo. Derecha e
izquierda, Positivo y negativo. Masculino y femenino. Bien y mal. Salud y
enfermedad. Vida y muerte. Son términos de ese equilibrio, de ese acuerdo que
el Mamo debe establecer con la comunidad y con los Dueños, Padres ancestrales
con las Madres, con los seres en Alunna.
Aquel que tiene la fuerza
y el poder para destruirlo todo. Quien creó todo con su eterno saber, con solo
el esfuerzo de nombrarlo, es también dueño y es el origen de todo. Sembrar,
tejer, saber hacer vasijas de barro y herramientas, bailar, cantar, tocar el
carrizo, son artes que tienen su Dios o Dueño. Dios es el dueño y sólo si le
pedimos su permiso podremos ejercer ese oficio. Y nos permitirá ser con Él
cocreadores.
Estudiar el arte indígena,
sus manifestaciones, sus elementos, su simbología, su aplicación, es entrar
en su teología y comprender sus preocupaciones y las certezas que tienen
sobre el por qué, su para qué, su de dónde y su para dónde.
El Arte indígena, en
especial el de las culturas de la Sierra Nevada de Santa Marta, es un arte
sagrado, expresión de su cosmogonía, de su teología.
León Montoya Naranjo.
Enero 22 de 2014.
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